26 mayo 2009

El Cuento De Dorothy

Dorothy nunca ha tenido problemas a la hora de elegir el camino que la llevaría a Oz. En muchas ocasiones se ha dejado llevar por la intuición, en otras por lo que el corazón le dictaba y en contadas ocasiones por lo que los demás opinaran.

Hoy, asustada Dorothy, se encontraba ante una bifurcación en el camino y se había quedado en blanco. Todos sus sentidos se veían anulados y la orientación algo sorda para todo. Dorothy experimento una sensación agradable al estar ahí parada en medio, sin hacer nada, sin saber que hacer, la verdad es que no le importaba lo mas mínimo. La cuestión era que no debía quedarse así, que en algún momento tendría que continuar.


La dulce niña tomo asiento poniéndose a meditar y contemplando el color amarillento de las baldosas. Rebuscó en sus pensamientos que se perdían y confundían con el blanco prístino de las nubes sin hallar nada en concreto. Por más que Dorothy intentara pensar una solución esta no llegaba. Recordó decisiones pasadas para ver que habría echo pero mudo encontró al corazón como vaga a la ignorancia. Tampoco pasaba nadie por aquel lugar para poder preguntarle y si lo hiciera en voz alta solo el eco le respondería.


Permaneció un rato mas allí sentada esperando ver que sucedía. La aguja caminaba lenta sobre el sendero del reloj. El mismo que no ayudaba mucho con su soniquete compasado. Miro al cielo, contemplo el claro oscuro, presentía tormenta o que haría mucho calor, la verdad es que no sabia, no le daba ni siquiera la mente para deducir aquella simple cuestión.


¿Qué haría, antes, si me dejara guiar por el corazón?, ¿Y si lo hiciese por intuición?, ¿Qué es lo que harían otros en mi lugar?, pensaba para ella misma nuestra Dorothy.


Al poco se percató que no tenia por que elegir un camino, si no, que ella, podría crear el suyo propio. Ese camino necesariamente no tiene por que ser amarillo. Un camino que tampoco tendría que estar señalado. De acabarse siempre lo haría en algún lugar. No estaba muy segura de a donde iría a parar pero si de que llegaría a un destino. Así que Dorothy se levantó atusando su preciosa falda celeste coronada con el delantal, recogiendo unas florecillas silvestres, que colocó dentro de la cestita de mimbre, y volvió a mirar la bifurcación del camino. Echó la vista atrás para ver lo que había recorrido y una lágrima escapó abriéndose paso por la mejilla de la niña cayendo regada sobre el amarillo intenso del empedrado. Dorothy inspiro aire, cerró los ojos y comenzó a andar.


No hay decisiones, no hay rumbo, solo había el hueco que se iba haciendo entre el jaramajo y la hierba. Dorothy no sabia donde iba y tampoco sabia donde acabaría pero suponía que si tenia que coger alguno de esos caminos, tarde o temprano, se toparía con alguno de ellos y puede que entonces se decidiese a tomar ese camino.


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